viernes, 5 de enero de 2007

Creo que cada día fui remarcando su perdida de peso, al principio, le daba un aire más hermoso su palidez, su belleza, se realzaba con la perdida de grasa en los músculos. Se afinaba sus manos, sus brazos, y sus piernas, su piel, parecía que se hacía transparente, los pómulos sobresalían, dándole firmeza al rostro sereno, solo sus labios seguían siendo carnosos en esa faz angelical. Espiritualmente, estaba más sosegada, se estaba llenando de interrogantes, y empujaba poco a poco el temor para encontrar la sabiduría. Caminaba lentamente y sin dudar, miraba los obstáculos con interés, y a las personas con una infinita tristeza, creo que sabía más de lo que nos imaginábamos. Antes de salir el sol, ella ya lo esperaba, acariciando flores, hojas, o gotas de rocío, solo su presencia era un poema a la vida, cuando la luz estaba presente, brillaba su persona, y cuando el tiempo estaba nublado, solo ella reemplazaba el desconsuelo. Un día en Abril se fue, nunca me animé a preguntar donde, solo quería imaginarme que la vería de nuevo en el mismo lugar, solo hubiera querido que me mirara sin matarme, como me estuvo matando tanto tiempo ese amor que jamás pude confesarle.

 

Leonardo

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