lunes, 5 de marzo de 2007

Milagro en el Pan de Azúcar

Era el 13 de octubre salíamos hacia Piriapolis para disputar un torneo de WordZap , íbamos bromeando por el día de la mala suerte que habíamos elegido para viajar, era todo algarabía, hablado todos al mismo tiempo, entre risas y gritos, se sentía en el aire la excitación propia de quienes se reunen con desparpajo sin complicaciones propias de nuestra edad.
La tragedia, surgió cuando desde el motor de la cachila de Onda, empezó a salir un humo negro, que nos hizo poner nerviosos, muchos se aferraban a sus asientos, y otros rezaban implorando por sus familiares. Escuche que el conductor se comunicaba con la central y le decía desesperadamente "Estamos llegando a Pan de Azúcar, estamos llegando a Pan de Azúcar" y después el silencio.
Salimos de la cachila uno a uno, mirando si estábamos todos enteros, el sol nos recibía con sus rayos quemadores, vi que un compañero se tapaba los ojos gritando "estoy ciego, estoy ciego" rápidamente Roberto le tapó la cara con una camisa que humedeció con un resto de coca cola que había encontrado en el suelo del aparato..
Algunos se tiraron al borde de la ruta, otros lloraban tratando de comunicarse con sus móviles, pero era inútil, en ese lugar tal desierto, solo Dios nos acompañaba sin ninguna conexión , los que no tenían móvil, se desesperaban por que no teníamos comida, yo le dije a Roberto ,
- Tenemos que irnos ya, al oeste esta Piriapolis, después de la montaña , tenemos que escalarla ,ya, antes que nos debilitemos y ya no podamos treparla....
Recolectamos lentes de sol, crema solar, lápiz de labio y dos pastillas trineos, y salimos decididos, recomendándoles antes a nuestros compañeros que quedaban a la espera que les trajéramos ayuda, que si tenían que "comuniar" a alguien, que empezaran con el chofer, y después con la organizadora del WordZap.
La subida era inhumana, sin nada para beber y comer, tratamos de romper alguna roca, sabido es que dentro de las rocas hay agua, pero nuestros esfuerzos eran inútiles, cada paso era extremadamente difícil, nos debilitábamos a cada metro y el hambre nos hacia ver espejismos, yo pensaba donde estaría la mujer que se casaría conmigo, yo pensando en ella y ella ni siquiera sabe que estoy aquí en la montaña, caminamos costado a costado, era muy sacrificado para el que caminara detrás, ya que con hambre ver las nalgas del que caminaba delante era un martirio, por eso caminábamos costado a costado , habiéndonos prometido que si uno tenia que abandonar, el otro podría sobrevivir, para ir acostumbrándonos al sabor, chupabamos el dedo , el del mio y yo el de el.
Mirábamos hacia arriba y veíamos que nuestra salvación, y la de nuestros amigos estaba allá arriba, el sol nos cegaba , pero aun así en mi delirio veía a nuestro Señor Jesucristo que abría sus brazos y me decía ,
-Nando, ven, has el esfuerzo, que yo te estoy esperando aquí arriba con los brazos abiertos.
Cinco veces se cayó Roberto, gritando freneticamente que no deseaba continuar, que prefería morir allí, que lo dejara, pero, yo no podía darme ese lujo, debía llevarlo a salvo, me había prometido que para antes de Navidad estaríamos todos juntos, se que mas adelante me daría las gracias, para darle fuerza le conté la visión que había tenido, y que Jesús nos esperaba allá arriba, el me miró y se emocionó tanto que se puso a llorar , y yo le decía no llores Roberto que perdés la sal por los ojos y esto te va a debilitar aun mas.
En un momento de claridad pudimos mirar hacia la cachila , pero no vimos nada , era imposible que un avión los pudiera ver, así seria casi imposible que nos salvaran, yo pensé "a nuestros amigos los perdimos....." cuanto tiempo mas resistiriamos nosotros ?
Cuando ya pensamos que estaba todo perdido, surgió de repente, mi visión echa realidad, entre la rocas apareció nuestro Señor Jesucristo, con sus brazos extendidos y nos llenó de felicidad, corrimos como posesos hacia el monumento y abrazamos sus pies llorando y rezando, dándole gracias al cielo , nos quedamos un momento hasta que regresamos a la realidad , ahora teníamos que bajar para encontrar al arriero, o todo seria en vano, moriríamos allí condenando a nuestros amigos.
La bajada fue mas fácil ya no sentíamos con tanta desesperación el hambre y la sed, los obstáculos eran cada vez menores, hasta nos permitimos en algunos momentos de correr hasta que llegamos al valle donde había una persona . desesperado, Roberto se dirigió hacia el y mientras lo abrazaba me señalaba, y yo le gritaba
- Pará , pará , tenemos que salvar a nuestros compañeros, tengo que llegar a Montevideo y conocer a Veronique....papá ! no me vendas la moto....

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