sábado, 15 de agosto de 2009

El tigre

Nos habían dado cita en la estación central, los compañeros iban llegando por grupos, yo como siempre era uno de los primeros, cuando eran paseos no faltaba nunca, habiendo joda me anotaba en todas,.

Los últimos en llegar fueron Morales, Fernandez, y Otegui, como vivían cerca entre ellos el padre de uno los trajo en una cachila , bajaron apurados y cara de preocupados, como si el tren ya hubiera salido, pero el profe era mas vivo y nos había citado media hora antes del horario de salida del tren .

No eramos pocos, pero el bochinche que armábamos era tal , que parecía que estaba todo el liceo en la estación, apenas el profe miraba para otro lado, que aprovechaba para mandarme las imitaciones de profesores, bedeles e incluso del mismo director, tenía una vocación innata por la pantomima, si hubiera nacido en EEUU hubiera sido flor de artista, entre la algarabía sonó el parlante donde nos anunciaba que podíamos subir al tren, fue un despelote, salimos como locos empujándonos a las risas para trepar y tratar de ganarnos alguna ventanilla, como siempre fui de los primeros y me gané con todo honor la ventanilla mas linda y de ahí veía como iban llegando los compañeros, también una vieja con un perro inmenso que arrastraba a la pobre señora , pero lo mas cómico fue en el momento que el perro se paró de golpe y se puso a evacuar tremendo maraño en medio del andén, nosotros muertos de risa ante la desesperación de la vieja. Habiendo terminado de defecar el bicho siguió arrastrando a la mujer, que ya había cambiado su cara , ahora su rostro era de, yo no se nada.

Los compañeros seguían viniendo por pelotones, hablando, riendo, gritando, al llegar los últimos, en el apuro, Otegui no vio el tremendo regalo que había dejado el perro de la doña, y con un paso seguro metió todo su zapato en medio del oloroso sujeto, así siguió sin darse por enterado, mientras que el despreciado se adhirió al protector del pié, emprendiendo un viaje inesperado para el . Cuando Otegui entro en el vagón nadie observaba sus zapatos , salvo yo por supuesto , que con desesperación rogaba que no viniera hacia mi, por suerte encontró un lugar cinco asientos mas adelante, acomodó sus cosas y se sentó cruzando la pierna , levantando ostentosamente su zapato premiado, que lucía a ambos costado, como un grueso bigote de tigre, que sobresalía con desfachatez y audacia, desafiando las reglas de la gravedad, y atacando la pureza del aire con su nauseabundo olor, sin importarle las reacciones varias, que despertaba en el entorno de tanto adolecente.

Agradezco de todo corazón a Morales , que sin importarle las faltas disciplinarias que le impusieron , protegiéndose con un pullover arrancó el botín que escondía al tigre y lo lanzó por la ventanilla hacia rumbo desconocido librándonos de tan repelente sujeto.

Del paseo casi no lo recuerdo, Minas seguirá por siempre bonita, aunque un tigre se esconda bajo un lugar inesperado.

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